domingo, 14 de octubre de 2012

Cataluña, catalanes ¡mi familia emigrante!


Estamos volando dentro de una nube  de desacreditaciones de Cataluña y de los catalanes, creada en muchas ocasiones por personas  de, o afines a la política que se preocupan inmensamente de la fractura de España como unión de pueblos con diversidad de culturas y de idiomas, pueblos que han visto como la globalización los difumina en el mapa pero observamos atónitos, como estos políticos,  no defienden con la misma intensidad la fractura social creada por las injusticias, políticos que presumiendo de patriotismo se visten con una bandera, pero que permiten cada día que 500 familias, muchas con niños pequeños, sean desnudadas, arrancadas de sus hogares por una hipoteca que los asfixia al haber perdido su trabajo como consecuencia de la rapiña de muchos financieros y banqueros que han desestabilizado la economía mundial ocasionando la falta de confianza en un sistema imposible de tragar y soportar y que para salir del abismo han llenado su mochila con el peso de unos impuestos injustos, con la pérdida de derechos adquiridos durante décadas de trabajo y de lucha, dejándolos a la merced de los que miden y pesan la vida del planeta y todas sus especies vivas en euros, dólares o en monedas, como en la Biblia está escrito que lo hizo Judas, ocultando con un beso en lugar de una bandera su culpa.
Somos una gran familia, no solamente los gallegos, andaluces, vascos, catalanes, etc., sino también los griegos, portugueses, italianos y ¿porqué no, los americanos, rusos, sirios y todos los habitantes del mundo?
Tenemos miedo de que parte de nuestra familia salga de nuestras vidas y se pierda un lazo de unión que durante mucho tiempo nos mantuvo unidos, como pasa en un hogar cuando un hijo tiene que emigrar para ganarse el sustento y para desarrollarse íntegramente como persona.
Yo mismo siento ese miedo y me he dejado llevar alguna vez por esos cantos de sirena que ensordecen la razón, pero la reflexión final me dice que un pueblo, igual que una persona tiene que ser dueño de sus decisiones y no por eso se tiene que perder ese lazo de unión si estas se toman desde el diálogo,  el respeto y el consenso, pero lo que seguro no funcionará será la imposición por la rigidez cerebral.
Si el problema es un documento como la Constitución, tenemos un ejemplo nefasto de como se puede cambiar, sin contar con el pueblo, por una decisión de políticos que por imposiciones desde Bruselas dieron preferencia  para cobrar el déficit ante los derechos de los españoles, a su sanidad, su empleo, su educación y su vivienda.
Me retracto de los comentarios que en ocasiones pude hacer sobre el sentir de las personas de otras culturas y les digo que entiendo que quieran guiar sus pasos en otra dirección que los míos, les digo que yo mismo, camino también en una fila impuesta que no comparto, porque es una dirección marcada sin el consenso hacia un abismo injusto que nos arrebata todos los logros sociales en aras de reducir el déficit que no hemos provocado
ocado

No hay comentarios:

Publicar un comentario