Rafita, Ramón y Ramoncín eran menores, pobrecitos, cuando asesinaron a Sandra Palo.
Menos mal que tenemos una ley del menor que protege a estos niños traviesos que disfrutan con juegos demoníacos y ahora disfrutan de livertad. Lástima que no proteja también a los niños corrientes y sin perversiones que forman parte de familias desahuciadas.
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